miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA LUNA DE MIEL - HISTORIA


Se dice que fueron los teutones los que acuñaron la frase ya que cuando los cónyuges se casaban, debían tomar durante aproximadamente un mes (o hasta que la luna palideciese) una bebida de miel, llamada aguamiel.

El efecto de esta agua ayudaba a la desinhibición sexual, así, hay que tener en cuenta que las bodas teutónicas se realizaban sólo en los días de luna llena de miel, así que luego de esta se procedía con la ingesta de dicho líquido.

Una vez concluido este período, el día final era conocido como Luna de Miel, y era ese momento en que la pareja podía ver consumado todo su amor o mejor dicho, deseo sexual.

Si bien hoy en día, el concepto con respecto a esta tradición ha cambiado, la idea del lugar y momento para los recién casados aún sigue en pie.
Hoy en día, la luna de miel es otro símbolo en ese gran concierto de “rituales” que tiene como objetivo dar el consentimiento en el enlace de esas dos vidas: es mucho más que un viaje, es el primer momento de vida conyugal –aunque, a decir verdad, ya no es tan así, la mayoría de las parejas occidentales ya han pasado por la convivencia antes de dar el sí en el altar-.

De cualquier forma, existen varias versiones con respecto al origen de la luna de miel y todas ellas suenan como probables. Una de ellas, se remonta más de 4 mil años atrás, y nos ubica en la cultura babilónica (asentada en los territorios de lo que hoy es Irak). Allí se tenía como costumbre que el padre de la flamante novia le facilitase al novio la cantidad suficiente de cerveza de miel como para beber durante un mes entero, es decir, un ciclo de entero de la luna.

Otra teoría, apunta a la antigua Roma: la madre de la novia debía dejar en la alcoba de la noche de bodas una vasija llena de miel para que los recién casados pudiesen recuperar, a través de la ingesta de este dulce de las abejas, toda la energía gastada durante sus encuentros íntimos. Además, se consideraba a la miel un vivificante de la fertilidad.

Existe también otra versión que alude a los teutones que habitaron en Alemania, allá por la Edad Media: este pueblo celebraba sus bodas sólo en noches de luna llena y, tras el acontecimiento, los recién casados tenían que beber licor de miel durante los 30 días posteriores al casamiento. Este período se lo conocía, precisamente, como luna de miel.

Los escandinavos (en el norte de Europa) también han dado su aporte a este conjunto de posibles orígenes, ya que durante esa primera luna o primer mes posterior al enlace, se estilaba que los novios bebiesen hidromiel, una bebida elaborada con vino y miel, la cual, al igual que en el caso de Roma, se creía que aumentaba la fertilidad.

Y si dejamos de lado el origen de esta tradición y nos referimos a lo que significa en la actualidad, y como llegó hasta nuestros días esta costumbre de irse de viaje tras el casamiento, podemos decir que, según se cree, tiene su fundamento en los burgueses ingleses del siglo XIX quiénes tras las bodas realizaban una especie de excursión nupcial en la cual visitaban a aquéllos parientes que no habían podido asistir a la celebración.

La idea de este tour nupcial se propagó rápidamente por el resto de Europa y, ya en el siglo XX se popularizó gracias al avance de los medios de transporte y al surgimiento del turismo masivo.

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